Viaje en coche, por sierras, llanuras y montañas, cubiertas de alcornoques, olivos y trigo amarillo. Observe a los animales, criados al aire libre, en abundantes pastos. Y cruce los puentes romanos de piedra.
Saboree la cocina regional, rica en sabores y hierbas aromáticas. Donde las conversaciones van acompañadas de una copa de vino y no puede faltar el pan, migas, queso, embutidos y aceitunas en la mesa. El cerdo ibérico es el rey del menú y los dulces conventuales nacieron en los monasterios y conventos vecinos.
Cuando llegues a tu destino, explora a pie los barrios históricos y las murallas de piedra, sin perderte las calles estrechas y laberínticas, hasta el castillo.
Admira las casas encaladas, con sus ventanas de madera, pintadas de amarillo y azul, y decoradas con floreros, azulejos y símbolos religiosos, que bendicen a quienes pasan y se toman un momento para mirar.
En el corazón de la ciudad, pasee por el centro histórico - con sus plazas, fuentes, arcos y picotas - el punto de encuentro de los lugareños.
Por la noche, bajo el manto de estrellas y el sonido de las cigarras, visita los castillos, fortalezas e iglesias iluminadas de la nueva Ruta “Destino de Turismo Cultural Nocturno”.